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15 de julio de 2018

DE LA ESENCIA DEL TEATRERO
Y SUS RITUALES

federico_desnudandoalteatro

Por Clairet Hernández.
Actriz, directora, guionista y profesora de actuación 
www.clairethernandezblogspot.com
@trilogiaactoral
@laactuacionorganica
@clayhernandezm

¡Feliz de volver a escribirles!

Quiero compartir con ustedes una anécdota reciente. En una tarde, no tan fría, del invierno  madrileño me fui a uno de mis rincones favoritos de la ciudad. La famosa Plaza Santa Ana. Allí está perfectamente situada una estatua de Federico García Lorca, frente al imponente “Teatro Español” en el centro de la ciudad. Entre García Lorca y el “Teatro Español” hay un banquito de mármol en donde muchas personas se pelean visualmente para conseguir sentarse en el tranquilamente.

Esa tarde el banquito estaba vacío. Así que no tuve que usar la poderosa telepatía que uno cree tener para levantar a un desconocido de su asiento. Me senté en lo que pareciera ser una máquina de tiempo en forma de banco, pues da la sensación de estar dentro de un túnel invisible que te transporta a la época de Lorca… su estatua se hace humana para darte el gran honor de tener una conversación con él, justo con el teatro a nuestras espaldas, como protegiéndonos del mundo.

Y entonces allí comencé a hablar con él, con Lorca… a pedirle, a solicitarle fuerza. Esa fuerza que a veces parece desvanecérsenos a quienes estamos “por allí”. A hacer un acuerdo con él, comprometerme a cumplir promesas. Tal cual como un creyente que va a su iglesia a orar y a prometer. Ese momento místico teatral concluyó cuando el sonido de una corneta me hizo volver al “aquí y ahora”, y entonces me reí preguntándome a mí misma si yo sería la única que hablaba con ese Lorca. Casi inmediatamente un chico pasó al lado de la estatua, y la tocó dos veces (como cuando uno “toca madera”) y siguió caminando hacia la entrada de Personal del “Teatro Español”. Y la escena se repitió con otro chico, y una chica (no fue difícil sacar la conclusión de que eran actores llegando a su función).

Eso me hizo pensar en la esencia de los Teatreros del Mundo. O sea, en la necesidad intrínseca de creer y crear. Y en los “rituales” que realizamos antes de salir a escena. Cabe aclarar que esos “rituales” se convierten en parte de la preparación para algunos, y para otros simplemente son rituales que auguran una buena función. Me he puesto a investigar e indagar sobre ciertos rituales y me he conseguido con infinidad de cosas muy particulares, sencillas, y otros muy cómicas: hay actores que convierten lo cotidiano en su ritual (solo que le agregan un “no sé qué” ceremonial), como por ejemplo, fumarse un cigarrillo mientras repasa mentalmente la escena, orar (a Dios, a Dionisio), pedirle a actores fallecidos que todo salga bien, ir al baño infinidad de veces (pero no por nervios, sino para subir la energía), beber alcohol (algo que DEBERÍA ESTAR PROHIBIDO y hasta penalizado), hacer ejercicios físicos fuertes, escuchar música (normalmente siempre la misma), permanecer en silencio absoluto, tomar en sus manos un clavo o tornillo del escenario, etc, etc, etc…

Lo más importante es que, así hagamos algún ritual o no, tomemos el mayor tiempo posible para relajarnos, centralizarnos, para preparar el personaje y entrar a escena como debe ser.

Esta preparación debe comenzar siempre con una relajación del actor, para conseguir un estado emocional lo más neutral posible. Por ejemplo, en el caso del Maestro Lee Strasberg, éste defendía un proceso de relajación muy profundo, basado en sonidos, estiramiento y relajación del cuerpo. Casi que hacía entrar al actor en un estado de ensoñación. Otros profesores prefieren conseguir este estado de manera diferente, como por ejemplo, la conocida profesora y coach Susan Batson busca el agotamiento físico del actor para conseguir un estado óptimo donde puedan fluir emociones.

Lo que quiero decir con todo ello, es que como actores debemos saber que es fundamental prepararnos emocional y físicamente para el escenario, del modo que sea, utilizando un ritual o no. NO es nada profesional entrar a escena fríos, y solo pendiente de cómo lucimos. Pues puedes gastarte todas las horas del mundo preparando físicamente al personaje (maquillaje y vestuario), pero jamás tendrá transcendencia si vemos al actor y no al personaje, y menos si lo que vemos es a un actor frío y vacío tratando de hacer de otro. Para eso, es mejor que nos quedemos en casa.

Nos leemos en la próxima edición amigos... y como siempre les digo: ¡QUÉ VIVA EL TEATRO!

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