
15 de agosto de 2018
ES MENTIRA QUE MENTIMOS

Por Clairet Hernández.
Actriz, directora, guionista y profesora de actuación
www.clairethernandezblogspot.com
@trilogiaactoral
@laactuacionorganica
@clayhernandezm
Si hay algo por lo que todos los actores pasamos siempre, es por la situación aquella en que las personas nos dicen frases como “A ti no te creo, eres actor”, “¿Cómo voy a creerte, si eres actriz?”, o incluso algunos van más allá con preguntas impertinentes como: “¿Tú finges en todo lo que haces?”
Y sí, hay actores que fingen, como técnica o herramienta (sobre todo los actores de la "vieja escuela", pero eso es sobre las tablas, o en el set de grabación o filmación… no tiene porque ser así en su día a día, es más, NO debería ser así. Claro, también se da el caso que una gran mayoría de los actores que se van por ese camino de la simulación, de fingir el personaje y/o la escena, son personas que fingen en su vida diaria. Normalmente interactúan en su cotidianidad con un personaje creado por sí mismos, consciente o inconscientemente, es decir, se encaraman una máscara para ocultarse frente al mundo, y es por eso que muy rara vez logran que el público se conecte con los personajes que encarnan como actores.
Como dice la famosa frase: “Hay de todo en la dicha del Señor". Así como hay médicos, ingenieros, obreros, taxistas, etc. mentirosos o no, también habrá actores y/o actrices que tengan a la mentira como forma de comunicación.
En cambio, la Actuación en Teatro, Cine o Televisión debe estar impregnada de verdad. De una "verdad verdadera", pues es lo que el público busca ver en una película o en una obra de teatro, ya que busca conectarse en la historia para desconectarse por unos momentos de su realidad. En otras palabras, el público necesita que lo llevemos a vivir emociones a través de nuestro trabajo, y la mejor manera de hacerlo es "Viviendo nuestra parte" nosotros como actores. Crear una verdad de la ficción es nuestra labor.
Pero, repito, esto sucede en escena. No tiene porqué traspasar a la "vida misma". Es como si pensáramos que los karatecas van por allí derribando a las personas en la calle, o un boxeador le mete un knockout a cualquiera que se le atraviese en su camino diario.
Por ello, yo particularmente nunca he compartido la visión que el Teatro se simbolice con las máscaras, pues para lograr una verdad en escena, los actores estamos desnudos emocionalmente en escena, prestándole al personaje y su situación nuestras emociones reales, que fluyen gracias al trabajo orgánico. Al fin y al cabo la Actuación es como un juego de niños, jugado muy seriamente por adultos.
Me explico: si le damos a un niño una caja grande de cartón, probablemente jugará a que esa caja es una nave espacial y se convierte en un astronauta. Si observamos su juego, él jamás dudará de lo que está creando. Es decir, jamás fingirá su juego. Él creará una verdad absoluta en su juego y se creerá realmente que es un astronauta dentro de su nave... Pero cuando acaba el juego, acaba su personaje y vuelve a su realidad.
Esto para los niños es lo más sencillo del mundo. Pero cuando vamos creciendo, vamos perdiendo esa capacidad de creación, de juego, de hacer realidad verdadera una ficción. Y en eso radica parte del entrenamiento actoral. En renovar ese don creativo.
Nos leemos en la próxima edición amigos... y como siempre les digo: ¡QUÉ VIVA EL TEATRO!
¡CULTURÍSIMA...
INFORMAMOS DIFERENTE!

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