
15 de agosto de 2018
EN LAS MANOS DEL PRAN

Por Carlota Salazar Calderon.
FB libroselnacional / TW @LibroElNacional
La portada de este libro es aterradora (En el nombre del Pran. Semblanza de la vida de “Wilmito” Brizuela, CEC, 2017). No por mala o mal resuelta, si no por su realismo y dureza. Pero sobre todo, porque sabemos que es verdad. Muslos cortados y brazos tasajeados para botar sangre a propósito, como herramienta de protesta de varios presos, esta es la foto escogida para un libro que pone la carne de gallina. Puede ser cualquier cárcel venezolana o centroamericana. No importa. Son los antros en donde el infierno muestra sus cuernos en la tierra con más claridad. Es la historia de quien gobierna, realmente, las cárceles venezolanas. Nada de ministerio, sino de una especie de gobierno paralelo que se dirige a sangre y fuego. Estos espacios liberados para delinquir sin mayores riesgos que dirimir el liderazgo a punta de plomo y cuchillo son las casas de los pranes. Eso pedían esos presos a cambio de su sangre: que regresaran a su pran Wilmito Brizuela.

Contado casi como una novela, esta crónica sobre la vida y final de uno de los pranes más asombrosos que tuvimos en las cárceles criollas, revela el estado de descomposición en el que está el sistema carcelario venezolano. Wilmito Brizuela, el mismo que hace un mes atrás amaneció abaleado de una manera casi simbólica, como todas las ejecuciones de las mafias; sin que se dijera, al menos para disimular, que se iba a iniciar una investigación. Era la muerte de un pran, aparentemente importante, que se daba el lujo de llamar directamente a la ministra de Cárceles, Iris Valera, la misma que dijo recientemente en el programa dominical del fouchè de este gobierno, que ella estaba en línea directa con unos presos en la cárcel de Puente Ayala, en Barcelona, y esa misma madrugada ordenó reducir a unos presos que no aceptaban su régimen carcelario. Murieron seis reclusos y varios detenidos. La misma que dijo alguna vez que Wilmito no tenía derecho a hablar.

¿De qué nos habla este libro, aparte de lo ya dicho? Se trata de un tipo influyente, alguien que fue víctima de sus fechorías lo llama el “pran de pranes”. Tanto marcaba su impronta que hasta el mismo Chávez lo citaba en sus discursos locales, sobre todo aquella vez que dijo que mandaba más que el gobernador de Bolívar. Esto la distinguía y lo condenaba a la vez.
Así, según esta investigación, Wilmito gobernó en las cárceles venezolanas, poniendo orden a fuego limpio, fue portada de Times, manejaba un poder inexplicable para una sociedad “normal”, según sus confesiones en las entrevista que le hicieron. Afirmaba tener un ejército en la calle que obedecía sus órdenes. La escena descrita de las visitas en La Mínima de Tocuyito hablan de un hombre que tenía el control de todas las cáceles de país. Aplicaba los programas gobierneros. A su manera, por supuesto.
La pregunta que queda dando vueltas por ahí es quién hereda el “legado de Wilmito”, ahora que se habla de “legados”. Después de su ruidosa muerte, la llegada a la ciudad que lo vio nacer y crecer, su extraño traslado en un avión oficial, no sabemos a qué atenernos. El gobierno no investiga ni dice nada, la ministra, la misma que llama a los otros pranes y se fotografiaba en sus camas, hace mutis. Las sospechas apuntan a un solo lugar. Lo llevaron a su pueblo en un avión militar. Todo dice nada y suena el río con sus piedras.
El libro está disponible en las principales librerías del país y en su versión digital, colgada en la página www.librosenunclick.com
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